sábado, 12 de enero de 2008

A los arroceros nos quieren cortar las alas

A los arroceros nos quieren cortar las alas

Por

Pedro López Juiz

Por lo que vemos, Ecuador se está convirtiendo en un Teatro del Absurdo a lo Pirandello. Hay una hipersensibilidad que anda acosando el país. Y el ente que más hipersensibilidad muestra es indiscutiblemente el Gobierno. Cualquier cosita lo exaspera y lo hace lanzar llamas por la boca. El alza en los precios de los alimentos básicos, en particular, saca al Presidente de la República de sus estribos. Ve detrás de esto una conspiración oscura en contra de su gobierno, a pesar de que ya para estas alturas debe de estar enterado de que el alza de los precios de los granos es mundial (ver mi artículo “Los arroceros no tenemos la culpa” publicado el 23 de diciembre de 2007 en bilaterals.org).

Pero ahora viene el martillazo de Año Nuevo, la noticia referente al pan (harina de trigo) y al arroz la cual fue difundida por el diario El Universo: “En ambos casos, anunció Correa, el régimen esperará un tiempo prudencial para que los precios se estabilicen. Si esto no ocurre, se impondrían precios oficiales (también para el aceite) e incluso se permitiría la importación de arroz subsidiado.”

¡La importación de arroz subsidiado! ¡Qué horror! ¿No fue eso contra lo cual luchamos en nuestra oposición al TLC con Estados Unidos? Y ahora el Presidente Correa nos amenaza con importar arroz subsidiado, es decir, ¡arroz estadounidense! ¡Cómo cambian las cosas de repente en el siglo XXI! ¡Lo que es el tiempo (sólo un añito de gobierno) y la mala memoria! A quien apoyamos los arroceros por su postura intransigente frente al TLC ahora nos mece encima de nuestras cabezas una espada que produciría los mismos efectos que hubiera desatado dicho tratado: la perniciosa importación de arroz subsidiado al más del 50% de su costo por la Potencia del Norte. Es decir, el TLC anterior ahora se transforma en un Te Largo un Correazo si molestas mucho. En contraste, un defensor del libre comercio, el economista Walter Spurrier Baquerizo, nos trata inesperadamente con gran generosidad y compresión en su artículo “El precio del arroz” publicado en el diario anteriormente mencionado. El señor Spurrier observa: “El alza en el precio de los productos básicos nos va a favorecer como productores y nos va a golpear como consumidores, pero en su conjunto es beneficioso para el país.” Y concluye: “Pretender que nuestros productores tengan que subsidiar a los consumidores sería injusto para los arroceros, así como para los ganaderos y maiceros.” A nosotros nos parece, no sólo injusto, sino descabellado que por un lado el gobierno se obceque por subsidiar el pan proveniente de trigo que es importado en un 99% y por el otro nos exija a nosotros, productores nacionales, que bajemos los precios (lo cual equivaldría a que subvencionemos la canasta básica ecuatoriana a la fuerza) so pena de recibir el garrotazo de una importación. ¿Qué pasó con el libre comercio interno, con la libre empresa? O ¿éste es uno de los primeros pasos rumbo a la Socialismo del Siglo XXI a Patazos?

Las irracionalidades, los absurdos, abundan, como grillos al inicio de invierno en la Costa. En su defensa del 70% de impuesto a la herencia, el Presidente Correa usó como escudo a Japón, señalando que en ese país dicho impuesto se encuentra por ese orden. Pero ¿por qué no hace la misma comparación entre nuestro arroz y el arroz japonés? Nuestro arroz está a US $35 el quintal, mientras que el arroz japonés de variedad Koshi tiene el precio de US $109.55 el quintal. Tal vez entonces ¿los arroceros ecuatorianos deberíamos subir el precio unos 70 dolarcitos más? Por otro lado, el precio del petróleo toca los US $100 por barril para arrancar el año y cierra con el histórico de $99.62. ¿Por qué no se queja el gobierno de esta subida y en solidaridad con los pobres del planeta ofrece el crudo ecuatoriano a un precio asequible a ellos?

No hay que ser economista para entender que bajamos precios incrementando producción. La producción se incentiva con buenos precios, no con importaciones, peor con importaciones de productos subsidiados y competencia desleal. Los buenos precios hincan al arrocero a sembrar más hectáreas, o como digo yo, a sembrar hasta en las azoteas. También la reducción de costos de producción adicionalmente coadyuva a bajar precios. Nuestros costos de insumos están por las nubes. La úrea toca los US $30 y el Glifosato en unos cuantos meses dobla su precio, de $2.50 a $5.00, y sigue trepando como alpinista, pero ahí no hay control de precios. El SESA sigue estrangulando la salida de registros de pesticidas genéricos, favoreciendo a las Transnacionales, dueñas de moléculas monopólicas, para que puedan seguir haciendo su agosto eterno a expensas del agricultor. Ahí el gobierno no dice ni pío. Pero sí habla mucho sobre la especulación y el alza de precios de los comestibles, sin analizar las verdaderas causas, nacionales e internacionales, de este fenómeno. El infantilismo emocional y verbal campea.

En conclusión, no nos queda otra opción que señalar lo siguiente: si es cierto que “una cocina sin arroz,” como dijo Confucio en un momento, “es como una mujer hermosa a la que le faltara un ojo,” también es verdad que un gobierno sin una óptica clara, coherente y equilibrada es como un barco al que se le perdió la brújula y se le quebró el timón.

Los arroceros no tenemos la culpa

Los arroceros no tenemos la culpa
Por
Pedro López Juiz


No cabe duda de que el alza de precio de cualquier alimento básico emite un efecto mucho más contundente y visible que el incremento del costo de cualquier otro commodity de índole no alimentaria, sea éste el petróleo, el acero o el oro. Y es que con los alimentos vamos directamente a la zona más vital del ser humano: su estómago. Sin combustibles, se acaban los carros. Sin alimentos, desaparece la humanidad.

Ahora bien, los arroceros no somos los culpables de la subida espectacular del precio del arroz en los últimos doce meses en el Ecuador. Para una explicación de este fenómeno tenemos que tender la vista hacia otros lares, en particular, hacia el Norte, es decir, los países desarrollados. No obstante, hay un tema central que corre a través de todo este problema y amenaza con tocar y afectar muchas otras áreas de la vida. Ese tema es la energía.

Todos los seres vivientes necesitamos energía. Así de igual las maquinarias, y más notoriamente los vehículos. Lo que complica la condición humana hoy por hoy de forma singular y sin precedentes es que lo vehículos comienzan a imitar a los seres humanos al abrírseles el apetito por una fuente común de energía: los vegetales. Aquí se origina el tremendo enredo y la espiral de precios ascendente que se escapa de las manos de nosotros los cultivadores de granos básicos.

El germen del interés en los aceites de granos como el maíz y la soya surgió por el 1974 cuando Estados Unidos era golpeado por el embargo petrolero impuesto por la Organización de Países Exportadores de Petróleo, entidad en la cual Ecuador ingresó por segunda vez recientemente. Ese año el Congreso estadounidense emitió varias leyes para impulsar la producción de etanol a partir del maíz como combustible alternativo. Por esos tiempos el etanol también comenzó a incurrir en el terreno energético como sustituto parcial del plomo, sustancia tóxica, en la gasolina.

Desde ese entonces el número de refinerías de etanol operativas en Estados Unidos explosionó, según la Asociación de Combustibles Renovables, de tal forma que a finales de 2006 había 110 refinerías de este combustible alternativo. De las mismas refinerías, muchas se estaban ampliando, y 73 se estaban construyendo adicionalmente. Con la conclusión de estos proyectos, hacia fines de 2008, Estados Unidos alcanzaría la capacidad de producción de etanol de 11,400 millones de galones al año. No obstante, el presidente George Bush instó al país a producir 35,000 millones de galones anuales de combustible renovable para el año 2017, es decir, tres veces la capacidad proyectada para el 2008.

El fenómeno etanol, por otra parte, no es sólo un acontecimiento estadounidense. También Brasil es líder en el rubro. En 2005, la producción mundial de etanol fue de 9,660 millones de galones. De estos Brasil produjo 45.2% (pero a partir de la caña de azúcar) y Estados Unidos 44.5% (a partir del maíz). El fenómeno biodiesel, en cambio, es liderado por Europa, la cual produce la mayor parte de los casi 1,000 millones de galones de este combustible renovable.

Indiscutiblemente, el fenómeno etanol se ha convertido en el factor que más afecta los precios de los granos a nivel mundial, puesto que representa más del 90% de todo el combustible alternativo producido actualmente en el mundo. Pero dentro de ese esquema el país que más infla los mismos es Estados Unidos. Aunque representa por sí solo el 40% de la producción total mundial de maíz, Estado Unidos genera más del 50% de todas las exportaciones del grano a nivel internacional, lanzando olas de afectación económica a lo largo y ancho del planeta. Otro elemento que complica la situación de los precios de los granos es el costo de la urea a nivel internacional. En septiembre de 2006, el precio promedio de la urea en Arkansas era US $260 por tonelada. En el 2007 subió a $420 y 440 por tonelada, con tendencias alcistas imparables en el futuro. La trepada del precio del nitrógeno ocurre en un momento cuando la producción estadounidense del mismo está en declive. Esta caída productiva de nitrógeno por parte de Estados Unidos está justificada por el hecho de que los costos del gas natural componen la mayor parte de los costos de producción del amonio anhidro, fuente muy importante de nitrógeno en ese país, y los precios del gas natural se han elevado tremendamente al igual que los del petróleo. De tal manera que mientras que durante el período 1985-2000 Estados Unidos importaba entre el 20 y el 25% del total de insumos nitrogenados, ya para el 2005 la nación importaba el 85% del nitrógeno para uso en fertilizaciones nacionales.

Se prevé que en unos cuantos años las plantas de etanol norteamericanas consumirán hasta la mitad de las existencias estadounidenses de maíz. La demanda de etanol rebajará los inventarios de maíz de 2007 a sus niveles más bajos desde 1995 (año de sequía), a pesar de que el año 2006 arrojó la tercera mayor cosecha de maíz según los registros históricos. Se especula que en un futuro no muy lejano el estado de Iowa, corazón de la producción maicera de Estados Unidos, se convierta en importador de la gramínea. Todo esto a pesar de que los agricultores están plantando más hectáreas con maíz y menos hectáreas con otros cultivos. Entonces entra a jugar un papel importante la sustitución de productos. El maíz desplaza a otros granos en la siembra, pero las refinerías de etanol siguen tragándose el maíz como si fuera agua y rebajando inventarios a niveles críticos. Y a la vez los otros granos, como el arroz y el trigo, comienzan a desplazar al maíz como alimento y se disparan en precio por la mayor demanda de sí mismos. Es decir, una espiral de precios hacia las nubes imbatible. Para complicar aún más las cosas, se lanzan al ruedo los especuladores en el Chicago Board of Trade y los contratos a futuro del arroz alcanzan un máximo histórico. Es más, jugadores poco tradicionales en este sector, como los fondos de cobertura, están transando arroz. En Tailandia, el mayor exportador de arroz del mundo, el precio del arroz de grano largo ha subido casi un 20% en lo que va del año.

La debilidad del dólar tampoco ayuda a frenar los precios de los granos básicos, ni la inestabilidad del Medio Oriente, principal fuente del petróleo mundial, ni la desmesuradamente creciente apetencia de China y India por los hidrocarburos. El consumo de energía mundial se elevará 71% entre 2003 y 2030, y a ese incremento China e India aportarán descomunalmente.

La Unión Europea también muestra una fuerte afición por entrar el club mundial de los grandes productores de combustibles alternativos para no quedarse detrás de países como Estados Unidos y Brasil. El biodiesel europeo proviene de semillas de canola y girasol. En 2005 la Unión Europea (UE) produjo 890 millones de galones de biodiesel, más de 80% del total mundial. La Política Agrícola Común de la UE también promociona la producción de etanol a partir de una combinación de remolacha y trigo. Bruselas desea que el 5.75% del combustible de motores consumido en la UE provenga de los biocombustibles hacia 2010 y 10% hacia 2020.

Pudiéramos decir que es desalmado darle preferencia al vehículo por encima del ser humano con respecto a los alimentos básicos; en particular, cuando llenar el tanque de 25 galones de un SUV (vehículo utilitario deportivo, por sus siglas en inglés—sports utility vehicle) con etanol puro requiere más de 204 kilogramos de maíz, cantidad de dicho grano que contiene las calorías suficientes para alimentar a una persona durante un año. Pero cuando una transnacional poderosa le pone el ojo a un rubro y luego lo muerde con la fiereza dental de un Rottweiler, es difícil, sino imposible, que algo o alguien le haga soltar la presa. Así ha sucedido con Archer Daniels Midland Company (ADM), hoy por hoy la mayor productora de etanol del mercado estadounidense. Siguiendo con la metáfora canina, diríamos que ADM es el rabo corporativo que mueve al perro gubernamental, tan fuertes son sus poderes de cabildeo dentro de cualquier gobierno, demócrata o republicano, de ese país.

En otras palabras, ADM es un monstruo. Empezó en la década de 1970 a hacer etanol y otros productos resultantes de la molienda de maíz húmedo, como el jarabe de maíz con alto contenido de fructosa. Para el 1980 ADM producía 175 millones de galones de etanol al año, y adicionalmente el jarabe de maíz con alto nivel de fructosa se había convertido ubicuo en los alimentos procesados. (Los expertos en el tema de edulcorantes aseveran que ADM fue el artífice de las leyes proteccionistas que establecieron las cuotas para el azúcar en el 1982 y que hasta el momento siguen en vigencia. Dichas leyes abrieron el camino para el dominio monopólico de ADM en el campo de los edulcorantes a pesar de serias evidencias de los efectos de la fructosa sobre la salud humana.) En 2006 ADM era la productora más grande de etanol en Estados Unidos con una refinación de más de 1,070 millones de galones al año, cuatro veces más que su rival más cercana, VeraSun Energy. Con todo el poderío económico y de cabildeo inherente en ADM, no es sorprendente conocer que el gobierno estadounidense ha otorgado un crédito fiscal de 51 centavos de dólar por galón a los productores de etanol e imponiendo un arancel de 54 centavos de dólar por galón para la importaciones del mismo, blindando a ADM y demás refinerías estadounidenses, como Estados Unidos muy bien sabe hacer cuando existen intereses especiales, contra cualquier tipo de competencia foránea, como la de Brasil, país que produce etanol a costos menores que EEUU debido a que el etanol brasileño proviene de la caña de azúcar, el cual produce 662 galones de etanol por acre versus los 354 galones etanol que se cosechan y procesan de un acre de maíz norteamericano.

Las personas más pobres del mundo ya gastan de 50 a 80% de su ingreso total familiar en alimentos. Y los azotes de la subida de ciertos alimentos básicos ya comienzan a sentirse, en particular, en el Tercer Mundo. A finales de 2006, el precio de la harina para la tortilla en México, que, a pesar de ser epicentro histórico del cultivo de la gramínea, importa el 80% de su maíz de Estados Unidos gracias al nefasto TLCAN con su vecino norteño, se duplicó debido al alza en los precios del maíz norteamericano de 2.80 a 4.20 dólares por búshel (27.22 kilogramos). Ya hablamos de la subida sorprendente del precio del arroz a nivel mundial. En el Ecuador también el arroz ha alcanzado precios altos históricos y mostraban un ascenso vertiginoso apuntando hacia los 35 y 40 dólares el quintal, de tal forma que el Presidente de la República Rafael Correa se vio forzado por la presión diaria de los medios de comunicación a prohibir su exportación a Colombia, país donde el quintal de dicha gramínea se vendía a US $42 el quintal. (No es de más comentar que en Japón el precio del quintal de arroz blanco oscila entre US $85.91 y 109.55, mostrando el fuerte relativismo de los precios de dicho alimento de país a país.)

Lo cual me regresa a mi punto de partida: que nosotros los arroceros no somos culpables del desbarajuste de los precios del maíz, la soya, y el arroz. El desorden es causado por fuerzas globales amorales que imperan en el mundo moderno sin el resguardo de fronteras. Según el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias, con sede en Washington, D.C., se estima que los precios globales del maíz subirán 20% hacia 2010 y 41% hacia 2020, los precios de las semillas oleaginosas, como la soya, la canola, y el girasol, se elevarán 26% hacia 2010 y 76% hacia 2020, los precios del trigo 11% para 2010 y 30% para 2020, y el precio de la yuca, alimento básico en el África subsahariana, Asia y América Latina, se incrementará 33% para 2010 y 135% para 2020. En otro estudio mundial sobre la seguridad alimentaria, se indica que el número de personas que no tendrán garantizado su alimento en el mundo se elevaría en un factor de 16 millones por cada alza porcentual en los precios reales de los alimentos básicos. Bajo estos parámetros, 1,200 millones de personas podrían padecer de hambre crónica hacia 2025, o sea 600 millones más de lo previsto anteriormente.

Entre las fuerzas globales amorales aludidas están las Transnacionales, pulpos monopólicos capaces de secuestrar a cualquier gobierno del mundo, incluyendo el de Estados Unidos, como lo han hecho mega-corporaciones como ADM, Cargill, ConAgra, Bunge, Iowa Beef Processors (IBP), y Monsanto. En el Ecuador el dulce pero mortífero veneno de los Leviatanes de los Agroquímicos ha llegado al sector agropecuario en el cual a través de la infame Norma Andina, instrumento jurídico injusto redactado furtivamente por ellos e impuesto como una espada de Damocles sobre el cuello agro-productivo del país, han creado trabas prácticamente insuperables por empresas locales con la finalidad de impedir la salida de más registros de pesticidas genéricos y a la vez barrer a corto plazo con los registros genéricos ya existentes. Ya abunda evidencia fehaciente del efecto encarecedor de esta jugada magistral de las Multinacionales. El precio del Glifosato, herbicida ubicuo en la agricultura ecuatoriana, ha doblado su precio en pocos meses. Se vendía antes a US $2.50 el litro. Ahora trepó por encima de los $5.00 y se rumora entre conocedores de la materia que las intenciones de las Transnacionales es colocar el precio en $8.00. Y esta mañosería se manifiesta no sólo en Ecuador. En Costa Rica, con el nuevo sistema de leyes impuesto para el registro de agroquímicos (maniobra del mismo grupo de Transnacionales), no ha salido ni un registro genérico aprobado por el Ministerio de Agricultura y Ganadería en tres años, a pesar de que cumpla el dossier con todos los requisitos legales vigentes, causando que el dominio monopólico sobre los pesticidas alcance el 63%.

Y sobre estas injusticias a nivel de Ecuador, ¿qué hace o dice el gobierno actual más allá de prohibir las exportaciones de nuestro arroz a Colombia y muy recientemente amenazarnos con abrir las importaciones de producto foránea si los precios de la gramínea nacional no bajan? ¿No entienden los asesores del Presidente de la República del Ecuador que el uso de agroquímicos representa el 18% (y trepando velozmente) del costo total de producción en el cultivo del arroz? ¿No saben dichos asesores que el parque automotriz agrícola está vetusto y la mayoría de los arroceros carecen de maquinarias propias, sean tractores, cosechadoras o camiones de transporte, y el costo del alquiler de los mismos se encuentra en constante ascenso y en reducida disponibilidad? ¿Desconocen que trabajamos con semilla de arroz de mediocre calidad y que hace unos años atrás perdimos la oportunidad de hacer al país miembro del FLAR (Fondo Latinoamericano de Arroz de Riego), la entidad dueña del banco de germoplasma de arroz más abundante de América Latina, la membresía a dicha organización siendo comprada por una empresa privada ecuatoriana, Pronaca, en lugar del Estado ecuatoriano, como se debió haber hecho en beneficio de todos los arroceros del país y no sólo de una mega-empresa local?

Frente a la locura globalizadora y la desorientación del gobierno hacia nuestro grupo productivo ¿qué podemos hacer nosotros los arroceros, maiceros, soyeros del Ecuador? Por el momento, sólo aclarar las cosas y humildemente y en reverencia inclinar la cabeza hacia el campo y la tierra, agradeciendo que el tsunami del TLC con EEUU nunca llegó a nuestras playas y que todavía tenemos un pedazo de terreno, chico, mediano o grande, para cultivar granos, hoy más benditos que nunca, por medio de los cuales aún podemos seguir alimentando gustosamente a nuestra familia y nuestros conciudadanos, bajo mucho sudor y esfuerzo, a pesar de que todo lo que recibimos de las altas esferas del gobierno ecuatoriano hoy día son críticas, quejas, prohibiciones, amenazas, y leyes tributarias para gravar un impuesto a nuestra tierra, sea productiva o no.